El término emprendimiento ha sido tratado desde la antigüedad pero ha sido recientemente, desde principios del siglo XXI, cuando ha alcanzado su máxima difusión, entendido como aptitud y actitud de personas y empresas para enfrentarse a nuevos retos que permiten avanzar, innovar y alcanzar nuevas metas de progreso y desarrollo en el avance de las empresas1.

La imagen convencional que se tenía del concepto de emprendimiento y de los emprendedores ya no se asocia exclusivamente a un fomento de la innovación y la productividad, sino que ha tendido a consolidarse como una línea de intervención para combatir el paro, la vulnerabilidad social, la creación de puestos de trabajo para personas que tienen alguna “aptitud” y crean su propia empresa… Estos “otros emprendimientos”, pueden considerarse también como un objeto de estudio sociológico. (Ibidem).

En las últimas décadas, este concepto se ha vuelto de suma importancia en nuestra sociedad: en los medios de comunicación, en las políticas económicas y educativas, en las legislaciones que desean abrir cauces para empresas con ideas nuevas, teniendo al frente de las mismas a jóvenes emprendedores, con fuerza, con iniciativa, con ideas rompedoras, que están sentando las bases de una nueva economía basada, de nuevo, en la innovación tecnológica que arrasa como un tsunami el mundo del emprendimiento y que ha supuesto, a su vez, potenciar el autoempleo, especialmente desde que la crisis económica cambió nuestra sociedad y el concepto de mundo empresarial.

‍Emprender tiene su origen en las palabras latinas in y prendere y, con esa base romana, los franceses acuñaron el novedoso término entrepreneur, que podemos traducir como pionero. El nuevo siglo nos ha traído un creciente interés por la actividad emprendedora y una novedad respecto a las etapas anteriores: su reflejo claro  y explícito en las leyes educativas, lo que supone apostar definitivamente por esta nueva competencia. También a nivel europeo se ha dado un gran impulso al emprendimiento, en especial con la publicación del Libro verde sobre el espíritu emprendedor, que desarrolla los fundamentos conceptuales del emprendimiento2, publicado por la UE en 2003.

En lo referente al ámbito educativo se asumió, desde el Consejo Europeo de Lisboa en 2000, dar un gran impulso al emprendimiento y adquirir el compromiso de promover el espíritu emprendedor en las instituciones educativas, En España, la última nueva ley educativa conocida como LOMCE3 ha potenciado mucho la educación en el emprendimiento y además de considerarla una capacidad a trabajar transversalmente en todos los niveles, hace posible que las comunidades que lo deseen la tengan como asignatura en su currículo de secundaria con el nombre de Iniciativa Emprendedora. Parece también que el espíritu emprendedor y el emprendimiento como materia transversal en el sistema educativo se va concretando en algunas asignaturas en la ESO (Educación Secundaria Obligatoria), el Bachillerato y la Universidad y predice un futuro más incluyente con esta parcela del aprendizaje. La LOMCE reconoce que la educación es la clave de esta transformación mediante la formación de personas activas con autoconfianza, curiosas, emprendedoras e innovadoras.